terapia gestalt el prat de llobregat

.... Un paseo por el arteterapia....

Ayer estuve en un taller de Eneagrama de la personalidad en el cual el terapeuta dijo:

 

"UN ARTISTA PLASMA EN SU ARTE SU NEURA, SU LOCURA".

 

Escuchamos la Obra Inconclusa de Franz Schubert... Aprendiendo a reconocer la dinámica del Miedo (caracter 6 del Eneagrama), la oscilación entre el placer y la desconfianza por miedo a un porvenir posiblemente catastrófico. 

La potencia de la terapia mediante al arte no reside en la técnica, sino en la actitud.

 

La persona puede hablar sobre su dolor o emoción o puede representarlo a través de un medio, escenificándolo. Puede coger un trozo de arcilla y darle forma, puede dejarse trazar unas líneas de color o puede crear una melodía. O hasta puede hacer una escultura con su propio cuerpo.

 

La obra habla de su propia experiencia.

 

A lo largo de un proceso arteterapéutico, las obras del principio se diferencian de las del final... El valor estriba en el proceso y el terapeuta no es un intérprete de la obra sino un acompañante, que guía a la persona a conectar con su propia obra a nivel mental, corporal y emocional. De esta conexión puede derivar una cura.... en el sentido de un insight, un darse cuenta a menudo amplificado por la potencia del medio simbólico.

 

El arte no es sólo para los virtuosos de la técnica. El arte es una gran herramienta terapéutica de por sí misma.


¿QUIERES VER UNA APLICACIÓN TERAPÉUTICA DEL ARTE?


PINCHA EL BOTÓN....

encuadre teórico


El arteterapia es una disciplina muy joven, remontándose su origen a los años 60 del siglo pasado. Las fuentes del arteterapia son la psicoterapia psicoanalítica y la educación artística. Las terapeutas que se pueden considerar pioneras de esta disciplina son Margaret Naumburg (1973, 1987, 1997ª, 1997b) y Edith Kramer (1958, 1971/1993, 1979/1998).

El arteterapia puede concebirse como “forma primaria de psicoterapia” (Naumburg, 1997ª, p. 313) o como tratamiento auxiliar y se basa sobre el principio psicoanalítico de la asociación libre, con referencia al paralelismo encontrado por Melanie Klein (1955/1988) entre ésta y el material asociativo derivado de la aplicación de la técnica del juego en el análisis infantil: “la ansiedad, los sentimientos de culpa y los mecanismos psicodinámicos como la represión, la proyección, la identificación, la sublimación y la condensación se manifiestan tanto en el material pictórico como en el material verbal”(Marxen, 2011, p. 34). En la opinión de Naumburg, el trabajo artístico puede facilitar el proceso terapéutico porque este tipo de expresión consigue atravesar las barreras de la censura de manera más fácil que en el caso de la sola terapia de palabras. Además de esto, la autora destaca el proceso de gradual independentización del terapeuta por parte del Yo, en cuanto en arteterapia no se ofrece una interpretación, sino se anima al paciente para que aprenda a interpretar sus obras y, por ende, pueda entender sus propios mecanismos psíquicos. Tomando las distancias de las metodologías proyectivas gráficas (Naumburg, 1997ª), el arteterapeuta no persigue la descifración diagnóstica de la producción del paciente; más bien “propone vivenciar el proceso de creación y transformación(Bassols, 2006, p. 21), mediante una representación a nivel simbólico de la verdad. El terapeuta buscará acompañar a los participantes en un recorrido de descubrimiento de mitos, metáforas, símbolos y emociones experimentadas en primera persona (Duncan, 2007), que derivan de un mecanismo proyectivo hacia las actividades y vivencias de cada día.

Dos características que cabe destacar son las siguientes. Mientras que en la terapia convencional hay un único eje paciente-terapeuta, en arteterapia el eje es triple: paciente-obra-terapeuta. Esto puede restar importancia al rol del terapeuta, pero “otorga más independencia al paciente, lo conecta con su propia fuerza y le da la oportunidad de aumentar su autoestima y la confianza en sí mismo asumiendo el papel de creador” (Marxen, 2011, p. 35). Por otra parte, podemos destacar que este triángulo terapeuta-obra-paciente evidencia la existencia de una vía transferencial muy específica, constituida por la misma producción artística (Del Río, 2009). El segundo aspecto es el efecto regresivo, debido al salto hacia el pasado, que el proceso de arteterapia produce en los adultos, considerando que por lo general no estamos acostumbrados a seguir trabajando con el arte después de los años del colegio. En este sentido, la obra tangible ayuda el Yo a controlar las percepciones amenazadoras de este flujo regresivo.

Edith Kramer hace hincapié sobre la función de sublimación ejercida por el arte en el proceso terapéutico. Este concepto freudiano puede ser definido como “drenaje a contrapelo de la energía sexual hacia lo no sexual” (Laplanche, 1987, p. 78); dinámica que podemos evidenciar en el trabajo arteterapéutico con los adolescentes conflictivos, que consiguen canalizar hacia la obra artística las pulsiones agresivas. Según otro enfoque, un traumatismo está en la base del mecanismo de sublimación, con la consecuente motivación a elaborarlo mediante la realización de una obra artística (Laplanche, 1987).


Saliendo del marco psicoanalítico, me parece interesante ofrecer la visión del proceso de arteterapia según un enfoque diferente: la Gestalt. Los orígenes de esta forma de terapia se remontan al concepto de fenómeno como totalidad, las partes del cual es imposible separar sin que se llegue a destruirlo. En este sentido, los diferentes elementos están relacionados dentro de un campo, en el cual todo influye sobre todo: por la cual cosa, no es relevante estudiar los elementos sino su disposición dentro de este campo. El creador de la psicoterapia Gestalt, Fritz Perls, postuló la unitariedad del individuo con el ambiente: “la conducta depende de la capacidad del organismo de satisfacer sus necesidades sin oponerse de una manera radical o violenta a las demandas del mundo externo“(Ojeda López, 2011, p. 171).

Según el enfoque Gestalt, el campo es el triángulo terapeuta-obra-paciente, con todos sus elementos, inclusive las vivencias, los sentimientos, las necesidades, las emociones y los elementos materiales y simbólicos. El concepto del dinamismo figura-fondo emerge en el hecho que sólo una parte de los elementos en juego dentro del campo (fondo) destacará en la obra bajo la apariencia de necesidades que piden ser satisfechas (figura), en el aquí y ahora: “cuando esas necesidades no son satisfechas, quedamos atrapados y enganchados y vamos arrastrando asuntos pendientes que nos paralizan en situaciones conflictivas” (Ojeda López, 2011, p. 171). La obra artística permite al paciente experimentar e integrar tanto la parte de su subjetividad como la objetividad (la tangibilidad del resultado mismo), en busca de la mejor integración posible.

En Gestalt destaca la importancia de la escucha, tanto interna como externa, por parte del terapeuta. “estar atento a sus propias sensaciones y a los procesos que se le despiertan al mismo tiempo que está disponible para el otro (...)... estar atento no sólo a lo que dice el otro, sino a cómo lo dice: los gestos, la postura, el tono de voz, la mirada, etc.” (Ojeda López, 2011, p. 173). Muchas veces el habla calla pero el cuerpo no puede no comunicar, al mismo tiempo que la palabra puede comunicar algo no congruente con la gestualidad: queda patente que la producción artística es un elemento clave para revelar conflictos emocionales y es algo que puede facilitar al terapeuta la tarea de llevar al paciente a confrontarse con sus juegos neuróticos.

Otro elemento caudal en Gestalt es el trabajo con las polaridades, en busca de una integración entre aspectos reales e ideales, cuyo choque lleva a cierta rigidez de la personalidad. En el proceso arteterapéutico se revela esta lucha entre lo que el paciente persigue, porque se trata de su deseo o de la manifestación de un introyecto, y lo que consigue, entre lo aceptado y lo rechazado, lo manifiesto y lo escondido; el trabajo artístico facilita la integración sin juicio de todas estas partes en una experiencia de síntesis aceptante. Poder “cerrar una Gestalt inconclusa” corresponde a la posibilidad de materializar un síntoma o conflicto y trabajar para su integración.

Finalmente, dos elementos que se diferencian del marco psicoanalítico en cuanto a significado en Gestalt son los fenómenos transferenciales y contratransferenciales y los elementos de tipo corporal. En Gestalt, la transferencia es una proyección actualizada en el aquí y ahora, en cuanto el paciente ha alienado a su entorno ciertos aspectos de sí mismo; la contratransferencia del terapeuta es más bien “la exploración deliberada y selectiva de sus propios sentimientos como motor del tratamiento” (Ojeda López, 2011, p. 176). En este sentido, el terapeuta rechaza tomar la responsabilidad del otro y lo frustra, desvelando este juego. A nivel corporal, destaca la relevancia de la experiencia del paciente sobre su mismo cuerpo: respiración, postura, gestualidad, voz... Pero también es posible utilizar técnicas de tipo corporal: “la persona, su cuerpo, su obra, como espacios que se interrelacionan y que son acompañados por la presencia del terapeuta” (Ojeda López, 2011, p. 177).


A tallo de conclusión, me parece importante subrayar que es preciso que el trabajo arteterapéutico sea llevado a cabo por un profesional formado y entrenado. Cabe la tentación de pensar que este estilo de trabajo puede ser sencillo e inofensivo, al tratarse de manejar materiales artísticos acoplados con actitudes de tipo empático hacia los demás. Sin embargo, el profesional nunca sabe si las actividades pueden ir a despertar aspectos o recuerdos del pasado del paciente que pueden ser abrumadores y necesitan poder ser contenidos; creo que no se puede entender este aspecto si no se pasa personalmente por un proceso de terapia y no se aprende a ser conscientes de la dinámica transferencial. A este propósito, las formaciones en arteterapia conllevan un proceso de terapia personal y un determinado número de horas de prácticas supervisadas (Marxen, 2011).


Referencias bibliográficas

 

Bassols, M. (2006). El arteterapia, un acompañamiento en la creación y transformación. Papeles de arteterapia y educación artística para la inclusión social, 1, 19-25.


Del Río, M. (2009). Reflexiones sobre la praxis en artererapia. Papeles de arteterapia y educación artística para la inclusión social, 4, 17-26.


Duncan, N. (2007). Trabajar con las Emociones en Arteterapia. Papeles de arteterapia y educación artística para la inclusión social, 2, 39-49.


Klein, J.-P. (2006ª). Arteterapia. Una introducción. Barcelona: Octaedro.


Klein, J.-P., Bassols, M., Y Bonet, E. (2006b). Arteterapia. La creación como proceso de transformación. Barcelona: Octaedro.


Klein, M. (1955/1988). La técnica psicoanalítica del juego: su historia y significación. En M. Klein, Obras Completas, 3. Buenos Aires: Paidós.


Kramer, E. (1958). Art Therapy in a Children’s Community. Springfield: Thomas.


Kramer, E. (1971/1993). Art as Therapy with Children. Chicago: Magnolia Street Publishers.


Kramer, E. (1979/1998). Childhood and art therapy, notes on theory and application. Chicago: Magnolia Street Publishers.


Laplanche, J. (1987). La Sublimación. Buenos Aires: Amorrortu Editores.


Marxen, E. (2011). Diálogos entre arte y terapia. Barcelona: Gedisa.


Naumburg, M. (1973). An Introduction to Art Therapy. New York: Teachers College Press.


Naumburg, M. (1987). Dynamically Oriented Art Therapy: Its Principles and Practice.Chicago: Magnolia Street Publishers.


Naumburg, M. (1997ª). La terapia artística: su alcance y función. En E. F. Hammer, Tests proyectivos gráficos. Barcelona/Buenos Aires: Paidós.


Naumburg, M. (1997b). Ilustración de un caso: terapia artística con una muchacha esquizofrénica de diecisiete años. En E. F. Hammer, Tests proyectivos gráficos. Barcelona/Buenos Aires: Paidós.


Ojeda López, M. (2011). Arteterapia Gestalt. “La búsqueda de lo que somos”. Papeles de arteterapia y educación artística para la inclusión social, 6, 169-181.



 


encuadre teórico gestáltico del proceso arteterapéutico


En Gestalt trabajamos dentro de un campo, originado por las relaciones mutuas de diferentes elementos: según la disposición de éstos, cambiará el resultado. El campo está representado por las relaciones mutuas entre el terapeuta, la obra y el paciente, y por todos los sentimientos, vivencias, emociones, elementos materiales y simbólicos que los caracterizan.

Podemos expresarnos sólo en el aquí y ahora: “Hay lo que está pintado, lo que no está pintado no está y no puede ser reemplazado por explicaciones ni excusas(Egger, 1995). Es primordial confrontar al paciente con las trampas que actúa para evitar el presente, refugiándose en el pasado o huyendo hacia el futuro (Peñarrubia, 1998). Es en el aquí y ahora que emerge el concepto de dinamismo figura-fondo: sólo parte de los elementos del campo (fondo) llegará a destacar (figura) en la obra producida por el paciente. La figura que destaca expresa necesidades que buscan su propia satisfacción: si no podemos satisfacerlas, arrastramos asuntos pendientes y nos quedamos atrapados en conflictos (Ojeda López, 2011, p. 171). El objetivo del proceso terapéutico es darse cuenta de qué es lo que aparece en primer plano y aceptar así lo que el cuerpo necesita para alcanzar el equilibrio, para lograr una visión diferente, que permite poco a poco abandonar la actuación neurótica (Widmer, 2006).

En el proceso, el cuerpo y el habla pueden no ser congruentes: tal vez la voz calla pero el cuerpo no puede evitar comunicar algo, o la comunicación verbal no parece ser congruente con la comunicación de tipo gestual. La obra artística acaba siendo el medio para revelar conflictos de tipo emocional; el terapeuta la utiliza para confrontar al sujeto con sus juegos neuróticos. En esta tarea es fundamental la actitud de escucha, interna y externa: el terapeuta ha de “estar atento a sus propias sensaciones y a los procesos que se le despiertan al mismo tiempo que está disponible para el otro (...)... estar atento no sólo a lo que dice el otro, sino a cómo lo dice: los gestos, la postura, el tono de voz, la mirada, etc.” (Ojeda López, 2011, p. 173).

En cuanto a los elementos de la transferencia y contratransferencia, en la terapia Gestalt se considera la transferencia como una proyección que se desvela en el aquí y ahora, mientras que la contratransferencia del terapeuta es “la exploración deliberada y selectiva de sus propios sentimientos como motor del tratamiento” (Ojeda López, 2011, p. 176). El paciente, por ejemplo, puede alienar al entorno determinados aspectos del sí mismo rechazando asumirse la responsabilidad sobre su propria producción; la tarea del terapeuta sería entonces negarse a asumir la responsabilidad vicaria del otro, frustrarlo y desvelar el juego neurótico. En palabras de Peñarrubia (1998), “Somos responsables de nosotros, querámoslo o no. La terapia gestalt acentúa la conciencia de esta realidad con una permanente invitación a que la persona se responsabilice de lo que está haciendo, sintiendo, evitando o negando, deseando, inhibiendo...”. Esto quiere decir también poder devolver a la persona la confianza en sus capacidades, más allá del “no soy capaz”, porque la capacidad expresiva está al alcance de todos: el tacto es nuestro primer y más antiguo sentido y la pintura es una actividad más táctil que visual (Widmer, 2006, p. 68). A este respecto constituye un elemento fundamental el trabajo con las polaridades, que tiene que ver con la integración entre aspectos reales e ideales, cuyo choque lleva a cierta rigidez de la personalidad: “Las polaridades son extremos de identificación. En la medida en que uno se identifica con un polo, alinea el otro polo como extraño a sí mismo. La integración requiere admitir ambos como propios... y el medio de conseguirlo es la identificación” (De Casso, 1995). En el proceso aparece la lucha entre el deseo del paciente y lo que puede conseguir, que a menudo se revela como dicotomía entre lo aceptado (manifiesto) y lo rechazado (escondido). El cierre de una “gestalt inconclusa” pasa por la posibilidad de materializar un conflicto y trabajar para la integración de polaridades, sin juzgarlas, mediante una experiencia de síntesis aceptante. Es evidente como este proceso se desvela en la hoja de papel blanco, donde surgen polaridades y conflictos y donde poco a poco se puede llegar a cierto cambio que conlleva la integración... Por ejemplo definiendo la imagen, tapando lo que sobra, concretando lo que parece ambiguo, añadiendo lo inexpresado, poniendo lo que falta, dando la vuelta a una imagen, siguiendo la pista de una evocación, tomando en cuenta lo que llama la atención (Widmer, 2006).

Evitar lo real es “separarnos de nuestras emociones y sensaciones, huir al contacto” (Petit, 1985) mediante mecanismos de evitación, actos de preservación que se tornan neuróticos si intentamos evitar peligros imaginarios, que se desvelan en nuestra manera de representar el mundo (Widmer, 2006, p. 86).

El cuerpo es central a la hora de pintar, en cuanto engloba las sensaciones internas y externas y constituye el mismo medio de expresión: “el contacto directo de la piel con el color y la hoja facilita el acceso a emociones, a veces, largamente almacenadas en el cuerpo sin ser reconocidas” (Widmer, 2006, p. 23). La experiencia con el cuerpo incluye darse cuenta de la respiración, postura, gestualidad, voz; la tarea artística podría ser acompañada por técnicas corporales, ya que “la persona, su cuerpo, su obra, como espacios que se interrelacionan y que son acompañados por la presencia del terapeuta” (Ojeda López, 2011, p. 177). Por ejemplo, podemos pintar a partir de un gesto, facilitando la expresión de emociones escondidas y estancadas. Es importante en este caso la expresión mediante colores y formas de los sentimientos que afloran tras la explosión emocional y su elaboración mediante un cierre adecuado (Widmer, 2006, p. 33).

Para abordar los mecanismos de evitación el terapeuta puede facilitar la concentración mediante la indicación de usar un movimiento concéntrico en el gesto de poner pintura, porque se trata de una forma de pintar que se origina de un movimiento espontáneo y que conecta con lo que el paciente va evitando (Widmer, 2006, p. 33). Entre otras cosas, es ésta la razón sobre la cual se basa el factor terapéutico del dibujo de mandalas: el movimiento de ir del centro hacia fuera o de fuera hacia el centro puede ayudar a superar el impassedeterminado por ciertos mecanismos evitativos (Küstenmacher y Küstenmacher, 2010).

A tallo de cierre, me parece importante citar las palabras de Naranjo (1990) para poder resumir la esencia del trabajo de terapia gestáltica, que en el arteterapia se hace más evidente aun, en cuanto mediado por la expresión plástica: “El terapeuta gestáltico puede usar la energía encerrada en una forma de síntomas o resistencias por medio de la mera estimulación de su expresión y/o guiando suavemente su curso, hasta que ocurre lo típico: una transmutación de la emocionalidad neurótica en una emocionalidad sana que tiene un carácter de exorcismo”.


Referencias bibliográficas


De Casso, P. (1995). Identificación/Alienación. Eje de la terapia Gestalt. Tesina AETG.


Egger, B. (1995). Traeume malen und verstehen. Bern: Zytglogge Verlag.


Küstenmacher, M., y Küstenmacher, W. (2010). Energía y fuerza a través de los mandalas. San Sebastián-BarcelonaEdiciones Obelisco.


Naranjo, C. (1990). La vieja y novísima Gestalt. Actitud y práctica de un experiencialismo ateórico. Santiago de Chile: Cuatro Vientos.


Ojeda López, M. (2011). Arteterapia Gestalt. “La búsqueda de lo que somos”. Papeles de arteterapia y educación artística para la inclusión social, 6, 169-181.


Petit, M. (1985). La terapia Gestalt. Barcelona: Kairós.


Peñarrubia, F. (1998). Terapia Gestalt, la vía del vacío fértil. Madrid: Alianza.


Widmer, K. (2006). Pintura-Terapia Gestáltica. Imágenes del alma. Madrid: Mandala Ediciones.


Winnicott, D. (1951/2006). Objetos y fenómenos transicionales. En D. W. Winnicott, Escritos de pediatría y psicoanálisis. Barcelona: RBA Biblioteca de psicoanálisis.


la utilización del arteterapia en el trabajo con el deterioro cognitivo


El arteterapia constituye un verdadero desafío al deterioro cognitivo, proponiendo una forma alternativa de expresión que tiene una valencia simbólica y puede llevar a la persona a ser y estar mejor (Bassols, 2006). El malestar del sujeto, originado por sus dificultades cognitivas y práxicas, encuentra otra manera de ser vivenciado y permite al sujeto distanciarse de él (Bassols, 2006); “el hecho de encontrar un medio para expresar un aspecto de si mismo que no puede expresarse con palabras ya facilita cambios (...). El tener a otra persona que simplemente sea testigo de esta expresión añade significado y potencia al proceso” (Duncan, 2007, p. 7). Frente a dinámicas comportamentales rígidas y enquistadas, el desbloqueo empieza por “dejarse llevar” por el trazo que venga, sin censurar la producción. En un segundo momento, se puede intentar ir más en profundidad buscando una organización de la producción.

La transformación de la producción del sujeto va pareja con su proceso de cambio, que generalmente consiste en un cambio de actitud frente al sí mismo. En el deterioro cognitivo, generalmente se llega a reconocer que se “sabe hacer”, que es posible expresarse más allá de todos los límites.

El papel del terapeuta no consiste en marcar un camino preestablecido, sino en estar presente acompañando, acogiendo y orientando, sugeriendo alternativas, “tirando del hilo” que ofrecen las producciones, que hablan de la persona misma. No se trata de un recorrido cognitivo, sino de un descubrimiento conjunto (Klein, 2006). Las cualidades del terapeuta son muy parecidas a las que Bowlby (1989) destaca para el “buen padre”: “introducir a las personas en sus propios mitos, metáforas y símbolos explorando así las emociones que encuentran a su paso” (Duncan, 2007, p. 6).

En arteterapia, la via transferencial preferente es la creación artística (Del Río, 2009). Toda intervención del terapeuta ofrece potenciales objetos transicionales (Winnicott, 1951/2006), que pueden constituir un marco de juego. Las propuestas previas (por ejemplo, el “juego del garabato”) constituyen un marco de juego dentro del cual se desarrolla y pone a prueba la transferencia.


A banda de las funciones más propriamente terapéuticas, el arteterapia estimulas las funciones cognitivas. La atención y concentración a menudo encuentran muchos límites en las sesiones de estimulación cognitiva, pero la tarea de tipo artístico las facilita. Las habilidades visoespaciales, visoperceptivas y visoconstructivasson funciones típicas del hemisferio derecho y tienen que ver con la percepción de la forma, la diferenciación figura-fondo, la percepción del color, la organización espacial, la coordinación visomanual (Rodríguez Cabedo, 2006).La tarea artística estimula la memoria procedimental, que tiene que ver con la automatización de secuencias. A la vez, la memoria procedimental es requisito previo para poder llevar a cabo este tipo de tarea; es importante evaluar que el nivel de deterioro de la persona consenta un mínimo de capacidad de expresión gráfica. La memoria emocionaltiene que ver con el reconocimiento de estímulos que evocan al sujeto su propia autobiografía. Las funciones ejecutivas tienen que ver con la elección de color, la secuenciación temporal y la ubicación espacial. Las habilidades psicomotricesse sustancian en la coordinación oculo-manual y en la velocidad viso-motora.


La tarea artística tiene un indudable efecto positivo sobre el estado de ánimo y la autoestima: aspectos fundamentales para los pacientes con deterioro cognitivo, que tienen que lidiar con pérdidas personales importantes de las cuales, durante las primeras fases, tienen conciencia.


El trabajo de arteterapia se fundamenta en un axioma que resulta de especial importancia en el caso del deterioro cognitivo: no hay que juzgar la realización sino la participación. El resultado del taller puede ser desastroso a nivel pictórico, pero lo importante es que se haya cumplido el objetivo de que el paciente haya participado en una actividad apoyada por instrucciones y en un encuadre de contención emocional. A raíz de esto, siempre hay que respetar la decisión de la persona, dentro del encuadre caracterizado por las rutinas necesarias para orientarla: la elección de pintar o no pintar, de qué pintar y cómo hacerlo, etc.

En el deterioro cognitivo, resulta fundamental establecer una conexión entre la experiencia simbólica y la vida cotidiana (Duncan, 2007), apoyando la transición de los usuarios cuando llegan y dejan el taller: es importante establecer rituales de acogida y cierre de la sesión.


Referencias bibliográficas

 

Bassols, M. (2006). El arteterapia, un acompañamiento en la creación y la transformación. Papeles de arteterapia y educación artística para la inclusión social, 1, 19-25.


Bowlby, J. (1989). Una base segura: aplicaciones clínicas de una teoría del apego. Buenos Aires: Paidós.


Duncan, N. (2007). Trabajar con las Emociones en Arteterapia. Papeles de arteterapia y educación artística para la inclusión social, 2, 39-49.


Klein, J.-P. (2006). Arteterapia. Una introducción. Barcelona: Octaedro.


Rodríguez Cabedo, N. (2006). Arteterapia. Talleres de psicoestimulación a través de las artes. Huelva: Fundación Uszheimer.


Winnicott, D. (1951/2006). Objetos y fenómenos transicionales. En D. W. Winnicott, Escritos de pediatría y psicoanálisis. Barcelona: RBA Biblioteca de psicoanálisis.



la aplicación de la musicoterapia en la rehabilitación de las demencias


La musicoterapia se define como el uso de las técnicas musicales para estimulación cognitiva y rehabilitación, mediante la constitución de una relación de naturaleza terapéutica entre un profesional formado (el musicoterapeuta) y un paciente o grupo de pacientes. Las bases psicológicas y neurocientíficas de la musicoterapia residen en el hecho que la relación mediada por la música permite a la persona expresar y modular sus propias emociones y conductas.

La sensibilidad hacia las pautas musicales ha sido observada en la demencia frontotemporal, de manera específica en un estudio de caso (Raglio et al., 2012). En esta paciente se obtuvieron disminuciones de más del 50% en las puntuaciones globales de los tests Neurospychiatric Inventory (NPI), Cohen Mansfield Agitation Inventory (CMAI) y Cornell Scale for Depression in Dementia (CSDD). Así mismo, disminuyeron de manera significativa los trastornos conductuales y la paciente empezó a usar las vocalizaciones para establecer un diálogo comunicativo con su terapeuta, enriqueciéndolas con contacto visual y físico.

Otro estudio (Raglio et al., 2010) averiguó el cambio de parámetros fisiológicos, cuales la taxa cardíaca y su variabilidad, asociados con el efecto sobre los síntomas psicológicos y conductuales en la demencia y la mejora de los síntomas depresivos. En un estudio japonés (Tanaka, 1987), se demonstró el efecto de sesiones de musicoterapia sobre las puntuaciones en la Gottfries–Brane–Steen Scale, en la Behavior Pathology in Alzheimer’s Disease Rating Scale y en las concentraciones de inmunoglobulina A. A este propósito, se confirmó que es preciso combinar métodos de evaluación de tipo conductual, métodos vueltos a la medida del estrés y otros de naturaleza inmunológica (Suzuki, Kanamori, Nagasawa y Saruhara, 2005).

El efecto positivo de sesiones grupales de musicoterapia sobre las conductas de agitación psicomotora en ancianos con demencia ha llevado unos autores a recomendar la incorporación de esta actividad en las de rutina dentro de las residencias para personas mayores (Koger, Chapin y Brotons, 1999). Los efectos secundarios fueron individuados en la relaxación emocional y la mejora de las interacciones interpersonales.

Es preciso subrayar que sólo una parte de los estudios se ciñe a las definiciones oficiales de musicoterapia, tales como evidenciadas en unos trabajos de investigación (Mercadal y Martí, 2007). Muy a menudo se evidencia incertidumbre terminológica, por confundir o usar de manera alternativa las palabras “musicoterapia” y “música”. Un estudio evidencia la mejora de la ansiedad tras sesiones de “música en grupo”  mediante el uso de percusiones (Sung, Lee, Tzai-Li y Watson, 2012); otro subraya la mejora de la participación en ejercicio físico cuando esto se propone conjuntamente a la escucha de música (Johnson y Eric Oriel, 2012), así como la diferencia en los efectos de la aplicación de sesiones de música versus sesiones de cocina (Clément et al., 2012). Por esta razón, parece importante focalizar la definición de la musicoterapia como “specific applicative context to be seen as distinct from the generic use of music in a variety of pathologies” (Raglio, 2009; ver abstract), que se fundamenta sobre la aplicación correcta de técnicas con evidencia clínica terapéutica, por parte de un profesional entrenado en la regulación emocional propia de la relación terapéutica.

Evidencias en contra de la efectividad peculiar de la musicoterapia se conectan con la comparación entre musicoterapia y otros tipos de actividades recreativas genéricas (Vink et al., 2013), llegando a la conclusión que la musicoterapia no conllevaría beneficios adicionales de corto término en la reducción de las conductas de agitación psicomotoras en las demencias.  Aunque unas revisiones de estudios evidencien la efectividad general de las técnicas de musicoterapia sobre la reducción de los síntomas psicológicos y conductuales en las demencias (Raglio, 2012), otros subrayan la escasa calidad metodológica y la pobreza de referencias de estudios concluyentes para poder llegar a una conclusión válida sobre el impacto de la musicoterapia en las demencias (Vink, Birks, Bruinsma, y Scholten, 2003). Unos autores, dentro de sus mismos estudios, evidencian importantes limitaciones metodológicas que inducen a tomar con cuidado las conclusiones: por ejemplo, muestras excesivamente pequeñas para tener significatividad estadística y falta de categorización de los diferentes tipos y niveles de demencia, usando herramientas compartidas a nivel de comunidad científica, cuales por ejemplo la escala Mini-Mental State Examination (Johnson y Eric Oriel, 2012).

A este propósito y con referencia directa a la práctica clínica, se recomienda el impulso de futuras investigaciones finalizadas a la evaluación de los efectos de la musicoterapia sobre conducta y bienestar de las personas ancianas afectadas por demencia (Wall y Duffy, 2010).

 

 

Referencias bibliográficas


Clément, S., Tonini, A., Khatir, F., Schiaratura, L., y Samsony, S. (2012). Short and longer term effects of musical intervention in severe alzheimer's disease. Music Perception, 29(5), 533-541.

 

Johnson, L. D., y Eric Oriel, K. (2012). The use of music to improve exercise participation in people with dementia: A pilot study. Physical & Occupational Therapy in Geriatrics, 30(2), 102-108

 

Koger, S. M., Chapin, K., y Brotons, M. (1999). Is music therapy an effective intervention for dementia? A meta-analytic review of literature. Journal of Music Therapy, 36, 2-15.

 

Mercadal, M., y Martí, P. (2007). Aplicación de la musicoterapia en las demencias. Informaciones Psiquiátricas: Publicación Científica De Los Centros De La Congregación De Hermanas Hospitalarias Del Sagrado Corazón De Jesús, 188, 119-126

 

Raglio, A. (2009). Music therapy for individuals with dementia: Areas of interventions and research perspectives. Current Alzheimer Research, 6(3), 293-301.

 

Raglio, A. (2012). Music, music therapy and dementia: A review of literature and the recommendations of the italian psychogeriatric association. Maturitas, 72(4), 305-310.

 

Raglio, A., Bellandi, D., Baiardi, P., Gianotti, M., Ubezio, M., y Granieri, E. (2012). Music therapy in frontal temporal dementia: A case report. Journal of the American Geriatrics Society, 60(8), 1578-1579.

 

Raglio, A., Oasi, O., Gianotti, M., Manzoni, V., Bolis, S., Ubezio, M., Gentile, S., Villani, D., y Stramba Badiale, M. (2010). Effects of music therapy on psychological symptoms and heart rate variability in patients with dementia. A pilot study. Current Aging Science, 3(3), 242-246.

 

Sung, H., Lee, W. L.,Tzai-Li, L., y Watson, R. (2012). A group music intervention using percussion instruments with familiar music to reduce anxiety and agitation of institutionalized older adults with dementia. International Journal of Geriatric Psychiatry, 27(6), 621-627.

 

Suzuki, M., Kanamori, M., Nagasawa, S., y Saruhara, T. (2005). Behavioral, stress and immunological evaluation methods of music therapy in elderly patients with senile dementia. Japanese Journal of Geriatrics, 42(1), 74-82

 

Tanaka, T. (1987). Music therapy in senile dementia. The Japanese Journal of nursing science, 12(8), 808-812.

 

Vink, A., Birks, J., Bruinsma, M., y Scholten, R. (2003). Music therapy for people with dementia. Cochrane Database of Systematic Reviews, 4.

 

Vink, A. C., Zuidersma, M., Boersma, F., De Jonge, P., Zuidema, S. U., y Slaets, J. P. J. (2013). The effect of music therapy compared with general recreational activities in reducing agitation in people with dementia: A randomised controlled trial. International Journal of Geriatric Psychiatry, 28(10), 1031-1038.