De felicidades, meditación y más cosas

(o de la presión a ser infeliz)

En estos últimos meses han captado mi atención un sinfín de artículos y comentarios críticos hacia el tema de la felicidad.

 

En resumen, se critica el alcance de la felicidad como meta humana, abogando que estamos sumergidos en un consumismo de la felicidad, que hay mucha presión social hacia el alcance de la felicidad, que en realidad el hombre tiene el derecho a estar amargado y negativo y, sobre todo.... que la culpa de esta situación de sobrevaloración de la felicidad es de la meditación y del yoga.

 

De practicante de ambos (meditación y yoga) desde hace varios años, me gustaría expresar mi opinión ya que creo que estamos delante del enésimo reduccionismo, porque mi sensación es que estas posturas críticas las toman personas que no conocen las prácticas de la meditación y del yoga. Cada vez que nos atrevemos a criticar algo que no conocemos por experiencia directa (por lo menos por haber leído algo serio en tema, si no por práctica personal), corremos el riesgo de generalizar e interpretar de manera incorrecta prácticas que, muy posiblemente, tienen un objetivo diferente del que pensamos que tengan.

 

Empezaré diciendo que yo creo que el ser humano tiende a la felicidad y es sano que lo haga. Nadie que esté sano prefiere tener una relación triste y no satisfactoria, o vivir en un lugar feo, o no tener dinero para poder hacer frente a sus necesidades diarias. Estoy de acuerdo, por otra parte, con que no podemos siempre ser felices y que hay que transitar por todo tipo de emociones, que sean placenteras o displacenteras. Y... sorpresa... ¡esta es justamente la más grande enseñanza de la práctica de meditación!

 

Así que, para que lo sepan los detractores, la práctica de meditación y la práctica del yoga NO dan el mensaje de que tenemos que vivir siempre sonrientes y atontados porque todo es rosa y bonito. En realidad, en una práctica de meditación SERIA aprendemos que todo estado mental, emocional y físico es cambiante y que no tenemos que apegarnos a ningún estado, porque tarde o temprano éste se irá.

 

Ahora.... no apegarse no es lo mismo que pasar de algo. No apegarse es no quedarse enganchado.... no significa "no vivir" esa sensación, emoción o ese pensamiento. Cuidado, porque esta es una malinterpretación del término que muy a menudo leo en artículos de esta nueva onda "poliamorosa", que critica a la pareja tradicional tachándola de "dependiente" y aboga por una supuesta "liberación" que se encontraría en plúrimas y desordenadas relaciones sexuales, donde parece ser muy sano fundirse con una persona y, al día siguiente, hacer como si no hubiera pasado nada. En realidad, esto en mi idioma significa "no transitar por la experiencia", estar desconectados en la experiencia. Otra cosa es: transito la experiencia, la vivo plenamente, luego le doy sentido y la asimilo, no me quedo en la experiencia misma pero tampoco la "olvido". Lo que con la meditación aprendemos, por ejemplo, es que las relaciones por supuesto cambian en el tiempo, pero que cambien no quiere decir que ya no tengan importancia o sentido

 

Y es muy curioso todo esto porque en uno de los numerosos artículos críticos hacia la "felicidad", leo que uno de los elementos "consumistas" respecto al tema felicidad es... la pareja de larga duración.

 

Ahora, en mi opinión es justamente al revés. El poliamor, perdonad, responde a un mensaje consumista: hoy consumo esta persona, mañana ya no me interesa, voy a por otra y no pasa nada. Esta persona no me llena, me busco una segunda, tercera y hasta cuarta para llenar todas mis necesidades (=léase vacíos existenciales, que la meditación justamente nos enseña a no llenar de manera compulsiva, sino a transitar porque los vacíos no nos matarán). 

 

Transitar y no llenar compulsivamente es un curro no sencillo que nos piden la meditación y el yoga, bien lejos de lo que leí el otro día en el enésimo artículo crítico: "la meditación y el yoga son recetas sencillas y rápidas para alcanzar la felicidad" (felicidad tan vituperada por los defensores de la amargura libre y sempiterna).

 

Pueeeessss... quien afirma esto nunca ha practicado meditación y yoga. En realidad, tanto la una como el otro no son sencillas y rápidas. O bien.... sí que lo serían, efectivamente, si no se pusiera a trabajar en contra la máquina llamada EGO.

 

El Ego, o carácter, sí es condicionado por muchos aspectos personales y culturales, y es justamente la vocecita interna que nos distraerá del transitar la experiencia y nos llevará a "apegarnos" a algo, que sea pensamiento, emoción y sensación. Es, por ejemplo, la voz que durante un ejercicio de yoga nos dirá: "Es demasiado duro, no puedes, tienes dolor en los brazos, qué ganas haciéndolo, déjalo". En realidad, si no nos apegamos a este pensamiento ni al dolor, transitamos el momento y descubrimos que sí podemos hacerlo (el yoga no es nada más que una meditación a través del cuerpo y la meditación sirve para "atar la mente" y hacer de manera que no sea nuestro dueño, sino que esté a nuestro servicio).

 

Como para llegar a un buen nivel en estas prácticas hacen falta AÑOS, he demostrado que no, no son rápidas y sencillas. Y no son maneras para alcanzar la felicidad, sino para estar más conscientes, o sea más atentos a cada momento volátil (si me apego a un momento, ya ha pasado y no vivo el siguiente).

 

Ahora.... es muy posible que si consigo adiestrar mi mente, vivir el momento, transitar la incomodidad.... también esté más feliz, porque igual me doy cuenta de que no vale la pena amargarse por algo que ya pasará, que al fin no es tan importante. Que me da igual si la sociedad piensa que tener éxito es tener mucho dinero, un coche lujoso y un trabajo de directivo.... Si para mí, de manera profunda y real, mi éxito es tener el dinero justo para vivir, ningún coche y un trabajo de conserje, que igual no es tan exitoso pero a mí me gusta y me llena.

 

Y aquí voy a otro cliché. Muchas veces, leo que se interpreta que una persona es "consciente" si no tiene dinero y vive en una cabaña en el bosque. FALSO. En realidad, lo que nos enseña la meditación es justamente que el trabajo personal y espiritual, si somos conscientes, los podemos llevar a cabo en cualquier lugar, hasta en el medio de una metrópolis ruidosa o en el metro por la mañana yendo a trabajar. Que está muy bien irse al bosque, fundirse con la naturaleza, etc.... cuanto menos facilita, cuando no tenemos mucha práctica, y siempre es bonito ya que hoy vivimos horas y horas detrás de una pantalla. Pero no es una conditio sine qua non para llevar a cabo un trabajo de consciencia y espiritualidad.

 

Y el tema del dinero es sencillo. El trabajo de atención se desarrolla en un trabajo espiritual y el trabajo espiritual se desarrolla en la actitud de la compasión, trasciende lo personal para irse al encuentro del otro necesitado. Mas no podemos ayudar a otro si no tenemos ni para nosotros: es requisito de la ayuda económica, es requisito de ser padres y es requisito de ser terapeutas (si no tienes para comer no puedes ayudar al pobre; si tienes heridas de niño, sánalas antes de ser padre; si quieres ser terapeuta, vete tú mismo a terapia, porque si no tienes, no puedes dar).

 

Así que si eres un directivo muy rico, estupendo, porque podrás destinar mucho dinero para causas benéficas. Si te apetece ir a vivir en medio del bosque, vete, pero si tienes una familia, un trabajo, y esto iría en contra de tus compromisos, que sepas que no se te pide esto para desarrollar un trabajo de conciencia personal y espiritual.

 

Te animo a leer dos libros muy diferentes entre sí, que dan muchas claves para por lo menos conocer estos temas sin sesgos:

 

 

En fin, me gustaría decir que igual si encontramos un poco de felicidad, que no nos sintamos culpables, que no es un pecado a pesar de que la sociedad hoy sí nos empuje a vivir amargados, a ser desagradables y negativos... Que si podemos ser más buenas personas y compartir la ilusión con los demás, yo creo que sí podemos hacer un regalo a un mundo que ya de por sí mismo vive demasiado en la infelicidad, en el recelo, en la sospecha y en la desconfianza.



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