la muerte donde no se espera

Si la muerte sacude nuestras más profundas certezas, la muerte gestacional y perinatal extrema nuestro sentimiento de rechazo.

No puede ser de manera diferente. Pero lo que ya no es posible aceptar es que el tabú lleve a la sociedad a no acoger de manera empática el duelo de las personas que pasan por este trance.

La  nuestra es una sociedad que no sabe lidiar con la muerte. La muerte es parte de la vida, no se puede negar... Pero hoy vivimos como si quisiéramos hacerlo. Buscamos una imagen de eterna juventud, alimentamos la ilusión de que la muerte sea algo no natural y lejano, ajeno a la mayor parte de nosotros, que sea mejor no pensar en ella. Pero nos la encontramos, tarde o temprano, cuando experimentamos la pérdida de una persona querida. A veces esta persona no es mayor, no tiene 90, 80 años... Puede ser una persona muy joven, puede ser un niño... o puede ser un bebé.

Sí, porque a veces los bebés mueren y a veces mueren los que todavía no han nacido.

Sería fácil pensar que cuando muere un bebé, a lo mejor durante el parto, o cuando se detiene un embarazo, siempre es culpa de un médico que no hizo bien su labor. O de los padres que no lo cuidaron bien. O de la madre que no cuidó de su embarazo. Pero no siempre es así. Sin duda a veces hay malas prácticas, hay descuidos, hay errores, se dan fatalidades... Pero muchas otras veces, a pesar de indagar, no se encuentra una causa por lo acontecido.

Podemos pensar que la muerte gestacional es una eventualidad rara, pero tampoco eso es verdad. En literatura médica se habla de la detención espontánea de entre un 12 y un 15% de embarazos... un número consistente a nivel estadístico.

Cuando empecé a estudiar el tema fue por pura casualidad, porque buscaba a algún profesional que ofreciera formaciones sobre los aspectos psicológicos del embarazo. Conocí a Mónica Álvarez, que es una de las mayores expertas en España sobre duelo gestacional y perinatal. Ella ofrece un recorrido formativo y personal dirigido tanto a los profesionales como a los padres que han vivido la pérdida y, cuando empecé a participar en las clases, fue para mí impresionante darme cuenta de que la gran mayoría de las personas que estábamos allí habían pasado por una o más pérdidas gestacionales. Sí, es verdad que supuestamente estas personas estaban allí justo porque habían pasado por ese trance y habían leído y buscado recursos para sanarse... Pero es indudable que son muchas personas. Yendo atrás en el tiempo, efectivamente me acordé de aquella amiga, colega de trabajo, vecina, pariente, conocida, etc., que había perdido un embarazo en cualquiera de sus etapas. Y efectivamente pude darme cuenta de que se trataba de muchas personas y de un evento nada infrecuente.

Yo no pasé por una pérdida gestacional. Posiblemente soy una de las pocas profesionales que se interesan de este tema sin haber vivido la experiencia ellas mismas. Trabajando con Mónica sobre las pérdidas personales y el proceso de duelo aprendí muchísimo y pude conocer a madres y padres maravillosos que, es cierto, sacaron de una pérdida tan aterradora un valor añadido a nivel de empatía, sensibilidad, madurez, profundidad.

El problema es que estas personas muy a menudo tuvieron y tienen que luchar contra la falta de comprensión de los demás. Oí relatos tan tristes, de madres y padres que se habían sentido desautorizados en su duelo, porque la mayor parte de las reacciones eran del estilo: "Al fin y al cabo ni era un hijo, porque no había nacido"... "Es mejor que haya pasado ahora que más tarde, verás"... "Es mejor que haya muerto: la naturaleza es sabia"... "Pasa página y olvídate, eres joven y tendrás a otro".

Comentarios parecidos a menudo vienen de profesionales de la salud, médicos o hasta psicólogos.

Aprendí que, aunque este tema nos duela porque nos resuene con nuestras pérdidas y con la incapacidad de aceptar la pérdida, no debemos soltar estas palabras. Ante la incapacidad de presenciar el dolor ajeno, mejor callarnos y no decir nada. Si queremos hacer algo, mejor un abrazo en silencio.

No es cuestión de si el embarazo tenía una semana o 16 semanas o 6 meses o si el bebé acababa de nacer, ni de si tenía alguna malformación grave. El tema es que para esas personas era un hijo y siempre lo será.

Sabemos que el embarazo deja huellas permanentes a nivel de cuerpo y de circuitos neuronales, entonces ¿por qué estas huellas deberían desaparecer si el embarazo se detiene?

Los padres empiezan a formarse una fantasía sobre su hijo desde el momento en que saben que existe y tal vez incluso antes... Un embarazo que no ha llegado a su fin o un bebé fallecido desencadenan en los padres toda una serie de vivencias psicológicas de aniversario. Ellos siguen pensando, año tras año, en cuando hubiera nacido, hubiera dado los primeros pasos, hubiera empezado el colegio, y si tienen otros hijos, no pueden dejar de pensar que ellos no fueron los primeros.

Además nadie puede saber que aquellos padres "tendrán a otro", porque sencillamente esto es imposible de saber. Nadie puede saber a ciencia cierta que tendrá hijos o que tendrá un cierto número de hijos.

El aspecto más duro para mí no ha sido haber conocido experiencias de pérdida gestacional y perinatal, sino haber oído relatos de tan profundo sufrimiento a raíz de la incompresión ajena que se han encontrado esos padres a su alrededor, a menudo por parte de personas cercanas y allegadas o por parte de profesionales que supuestamente hubieran tenido que apoyarles.

Si eres una madre, un padre, un profesional de la salud, una abuela o un abuelo, etc., que quiere saber más y buscar ayuda para ti mismo o para algún conocido, aquí te dejo algún recurso del cual puedes partir.

Primero un libro....

Este libro, en mi opinión, constituye el inicio del recorrido. Léelo y ya me dirás, sin más.

Otros dos libros más técnicos a la vez que humanos, con testimonios de madres y padres, escritos por profesionales de la medicina y de la psicología verdaderamente comprometidos con el tema:

Una serie de recursos online para encontrar informaciones, apoyo y hacer red:

Espero que encuentres alguna respuesta, como las encontré yo... Un abrazo.

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